Cuando ya no permita que cualquiera, se haga dueño del perdón de mis errores. Cuando no deje que la luz de mis virtudes, encandile la verdad de mis defectos. Cuando no pueda imaginarme una palabra, que mis labios no se atrevan a decirte. Y soñar no sea un esfuerzo. Y desear, no pueda herirte. Sabre que has regresado junto al árbol, bajo el que me perdí ni bien partiste.