Un día navegando en Internet me topé con las cartas Zener, en cuanto vi las figuras reconocí enseguida de que se trataba. Mi curiosidad fue tan fuerte como para leerme la página completa y seguir buscando más y más.
A la mañana siguiente, cuando pensé que mi curiosidad ya estaba satisfecha, mis dedos no dejaban tranquilo el teclado, haciendo que navegara por todos los links posibles, no terminaba de leer una explicación que ya saltaba a otra página. De repente ya era una graduada en algo que ni siquiera tenía un concepto claro, mucho menos una posición tomada.
Cada fin de semana en la esquina de mi casa los vecinos armaban una feria. Cada uno ponía un stand y ofrecía servicios. Pasteles, limonadas, arreglos de costura y hasta improvisadas ventas de garaje. Yo nunca había participado, nunca se me ocurría nada que pudiera ofrecer y mis pasteles solían venir en cajas directo del supermercado.
Les aseguro que lo pensé más de dos veces, siempre esa falta de confianza en una misma, siempre ese “no vas a lograrlo” que retumba en el cerebro, como si así acentuara su poder.
Y sí, el sábado ahí estaba yo, frente a una mesa, cubierta con un mantel bordado y bien antiguo, como para darle un toque de misterio a mi improvisado stand; una silla, una pantalla que no dejaba ver las cartas, un cuaderno, un lápiz y toda la ansiedad que podía contener mi pecho, por ver cómo funcionaba eso de adivinar formas ocultas, esa clarividencia disimulada en cinco figuras, donde la estadística persiste en un duelo eterno con lo sobrenatural.
A las pocas horas de empezar ya sentía un existo rotundo, al menos eso decía la larga fila que se fue formando, todos querían probar su "suerte”, y dentro de mi cerebro apareció otra frase, mucho más grata que la anterior, “bueno la idea no fue tan tonta”.
Yo llevaba la estadística anotada en mi cuaderno. Hasta ese momento, sin contar al hijo de Sam, mi vecino, que adivinó todas y cada una en exacto orden, gracias a la ayuda de su amigo que detrás de mí le dictaba las formas, solo me había llamado la atención una señora que logro acertar en un 70%, cosa que me sorprendió pero entre tanta gente, alguna tenía que correr con suerte.
Ya no quedaban muchas personas en las calles y los stands empezaban a desarmarse, cuando se acercó un hombre. Llevaba puesto un saco exageradamente largo, algo pasado de moda, unos jeans y unas zapatillas. Su cara era de esas que pasan desapercibidas, nada llamaba la atención en él, solo el sombrero de fieltro oscuro, que para una tarde de primavera desentonaba de una manera graciosa, por lo que no pude evitar reírme. Se acercó y me preguntó qué era lo que hacía. Le explique a medias, porque ya el cansancio me estaba ganando y mi mente estaba dispersa entre la cena que tendría que preparar y si no me había olvidado de comprar el cuaderno que mi hija necesitaba para su clase del lunes.
Me dijo que quería probar, asentí. Acomodé las cartas al azar, el hombre no dejo casi que terminara cuando me dijo, “Solo veo varios hombres sentados alrededor de una mesa cuadrada, discutiendo el futuro del mundo, mientras una lluvia de cenizas cae sobre ellos, cenizas que caen de un cielo tan oscuro que solo una estrella se logra divisar, pero a ellos parece no importarles, sólo miran un gran papel desplegado sobre la mesa donde una cruz señala el nombre de un país.
Me quede mirándolo, no sabía si largarme a reír a carcajadas o decirle que solo tenía que decirme el orden de los símbolos. Pero antes que mis labios pronunciaran palabra alguna, me sonrío y se marchó, tan deprisa que hubiera jurado que desapareció en el aire. Bueno pensé, con esas pintas no era de esperar otra cosa. Pero cuando me dispuse a juntar las cartas me llamó la atención el orden en el que aún estaban, primero el cuadrado, luego el círculo, después las ondas, la estrella y por último la cruz.
Por un momento no me anime ni a tocarlas como si mis manos pudieran arruinar algún hechizo, recordé sus palabras, y pensé,” bueno no se puede decir que las haya adivinado, pero su imaginación no estuvo tan errada...”
La mañana del domingo, se presentó como de costumbre, entre el aroma del café y las galletas de avena, entremezclado con los colores de los cereales que nadaban en la leche de mis hijos. Yo solo compraba el periódico los domingos, creo, más que nada para sentir entre mis dedos el papel recién impreso, porque las noticias de cada día me las servía de internet. Y con esa costumbre de leer de atrás para adelante, llegué a la primera página después de un buen rato, cuando ya mi mente estaba en la ropa para lavar y el dinosaurio que prometí a mi hijo que le ayudaría a armar. En ese momento una imagen llamó mi atención, ahí en primera plana, había una fotografía donde varios líderes políticos estaban sentados en una mesa cuadrada sobre la que se llegaba a ver un mapa, el titular decía, “Los líderes de las potencias mundiales, se reunieron muy temprano hoy, es que el pueblo de Egipto se ha movilizado, se teme que provoque un efecto en cadena, la paz está en juego”. Todavía no salía de mi asombro cuando veo una foto a la izquierda de la anterior, era un volcán chileno en plena erupción, se veían caer las cenizas sobre un cielo tan oscuro que solo una estrella se divisaba…
Después de un rato, logré cerrar mi boca, que había quedado abierta, inmóvil. Dejé el periódico, al que volví varias veces en el día, y me fui a lavar la ropa y lograr una cruza entre dinosaurio, jirafa y patas de pollo, que por suerte dejó fascinado a mi hijo…
Y como sigue esto, simple. El sábado siguiente estaba yo otra vez con toda la parafernalia seudo esotérica y otra larga fila de curiosos. Los atendía amable, pero distante, ya en mi cuaderno no anotaba ningún dato estadístico, solo esperaba que apareciera aquel hombre. Y como el sábado anterior, se presentó a última hora, “¿es que no sabe que soy mamá full time, que tengo otras cosas que hacer…?”
Me sonrió con la misma sonrisa serena de la vez anterior, juro que hice lo imposible por no mirar el sombrero, pero creo no haberlo logrado. Me dice, “ ¿Puedo probar otra vez?”, asentí, es lo que más quería en ese momento. Dispuse las cartas exactamente en un orden invertido al anterior, y escucho, “ veo una cruz que marca el punto donde está posado un helicóptero que tiene una estrella dibujada a un lado, el viento de las hélices hace ondear el cabello de una dama, junto a ella un niño tiene en la mano una bandera con un círculo en medio, lo raro que todo se enmarca en un cuadrado perfecto, es raro la vez anterior no vi donde terminaban las imágenes”, me regaló esa sonrisa que hacía que olvidara lo irrealidad que lo rodeaba y volvió a desaparecer entre la gente.
Domingo, periódico, primera plana, foto (perfectamente cuadrada), la esposa del primer ministro japonés, cabellos ondeando, lágrimas en sus ojos, viendo llegar al helicóptero norteamericano que traía los restos de su marido, a su lado su hijo, con una bandera en la mano, café, galletas de avena, cereales nadando en leche y mi boca abierta…
Cuando logré reaccionar, ya mis hijos se las habían arreglado para que estuviera entretenida todo el domingo ordenando, aunque en mi cerebro solo se podía ver un gran” ?”, con muchos “!!!!!!!!!!” .
Al siguiente sábado, después de todo lo habitual, llegó. Antes siquiera que sonriera, le pregunté “Cómooooooo?”, se sonrió y me dijo “Es la última oportunidad que tengo, mañana me voy de la ciudad, me dejaría intentarlo nuevamente?” Que podía responder más que “Sí”.
Cuando acababa de disponer las cartas, me dice, “Que lindo lo que veo hoy, por la cruz en el mapa me parece que su amigo está en Egipto, navegando sobre el Nilo, su barco se mece al compás de las ondas del agua. Y veo otra imagen, lo veo al mismo hombre con una gran sonrisa llevando en una mano una caja de bombones, mientras con la otra sostiene el hilo de un globo con dibujos de estrellas en él “, de más está explicar el orden de las cartas que tenía ante mis ojos… Me sonrió, sacándose el sombrero con ademán de caballero y se fue, no sin antes desearme suerte y preguntarme si yo sabía que las almas gemelas se reconocen cuando se miran a los ojos.
“QUEEEEEEEEEEEEEEEEE”, “NOOOO”, no podía desaparecer así sin más. En ese momento recordé una foto que me mandara Steve, de cuando fue a Egipto, hacía tiempo que no nos veíamos, yo era una madre sola con dos niños pequeños (traducción todo primero, yo última), y él era un enamorado de los viajes y de ir ligero por la vida, mala combinación habíamos pensado ambos.
Pasé un domingo terrible, no, por lo rutinario, sí, porque no entendía nada, en mi cerebro un científico acababa de enloquecer y una gitana estaba a punto de arrojar su bola de cristal lo más lejos posible.
A la tarde, se me ocurrió prender el televisor. Una bandada de corazones empezaron a aparecer en todos los canales, “oh no, San Valentín, detesto ese día”, pensé.
Mientras seguía cambiando canales con la ilusión de encontrar una película que nada tuviera que ver con ese bendito santo, se escucha el timbre. Mi hija va corriendo y abre sin preguntar, como de costumbre, y ahí parado estaba Steve, con una caja cuadrada de bombones en una mano y un globo flotando sobre su cabeza, adornado con montones de estrellas.
“Hola”, me dice,” pensé que podría pasar a saludarte”, creo que algo dije, porque se sentó. Mientras preparaba café, no puedo describir la cantidad de cosas, personas, símbolos y ecuaciones matemáticas, que pasaron por mi cerebro, pobre creo que colapsó en ese momento. Todo lo que recuerdo después, son sus ojos,”¿ Es que nunca antes nos habíamos mirado a los ojos?” ,era como si siempre hubiéramos estado juntos.
Ya pasaron cinco años. Con Steve formamos una familia de esas modernas, que son comunes en estos días. El, yo, mis hijos, el perro y los dos gatos, y somos felices en nuestro pequeño universo.
Desde entonces cada sábado me pregunto, cuando nos damos una vuelta por la feria de la esquina de mi casa, porque nunca le pregunté el nombre, es tan importante saber el nombre de la gente, uno los recuerda con más facilidad. ¿Qué pasa?, ¿Quieren saber si fue magia, si ese hombre no era real, si me acabo de inventar todo?, No lo sé, y saben qué, tampoco me importa, que sigan discutiendo los científicos y los videntes donde se encuentra la línea donde termina las realidades de unos y las experiencias de otros. Yo por lo que daría cualquier cosa es por saber su nombre, me encantaría saber su nombre.
Copyright Jackeline Vazquez Della Valle – Diciembre 06, 2011
Mae'r enw com M yn dechrau ac yn gorffen gyda O, yr enw olaf gyda R ac yn dod i ben yn yr enw.
ReplyDeleteSi sabes su nombre dilo ya, me encantaría saber su nombre...
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